El Museo Escuela de Soto de Sajambre rescata, tras una larga restauración el legado pedagógico que Félix de Martino regaló a su pueblo con la fortuna que hizo en México
Ana Gaitero | Soto de Sajambre, 16/11/2014
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La escuela que puso a Sajambre en el mapa. |
«Yo quiero una escuela buena, de sólida construcción, buen material, buena ferretería y hermosa... que sea espléndida... Quiero la mejor escuela de la provincia». Félix de Martino daba instrucciones por carta desde Puebla y México D.F. para llevar «una educación de excelencia» a su pueblo natal, Soto de Sajambre, en el corazón de Picos de Europa.
Corría el año 1907 y los pesos mexicanos del indiano, con la ayuda del pueblo que acarreó los materiales, levantaron en uno de los lugares más recónditos de León una escuela con los mejores materiales de su tiempo. Le costó 62.000 pesetas y su restauración ha necesitado más de 400.000 euros.
Los niños y las niñas de Soto miraban el firmamento con telescopio y veían funcionar el telégrafo por el que tantas veces les llegaban noticias del otro lado del Atlántico de su benefactor. Conocieron en primicia el teléfono y el cinematógrafo y fueron de los primeros de España en celebrar la fiesta del árbol, una efémeride que nació a finales del siglo XIX en Nebraska, Estados Unidos, con el objetivo de concienciar del problema de la deforestación.
Hoy Soto de Sajambre, señoreado por la Torre Santa, la cumbre más alta del macizo occidental de Picos de Europa, está rodeado de bosque pero en las fotografías de principios del XX se ven las casas exentas y las tierras cultivadas. Los adelantos de la época estaban al alcance de unas criaturas que acostumbraban a trabajar en las tareas del campo, sobre todo cuidando el ganado en la vecera, desde muy pequeños. Desde el valle de Sajambre contemplaban el mundo y Sajambre se situó en el mapa.
Antes que la escuela, Félix de Martino trajo la luz, un camino con Oseja y unos lavaderos para que las mujeres hicieran la colada a cubierto a este pueblo que está a la misma distancia de Oviedo que de León y de Riaño que de Cangas de Onís. La casa consistorial de Oseja de Sajambre, con su torre y su reloj, también está en deuda con la cuestación que organizó el indiano para costearla.
De México vino también el dinero para hacer un coto en el que enseñar a los niños y niñas a plantar áboles frutalessobre el que se enseñorea la Torre Santa, como llaman las gentes del lugar a la cumbre del macizo occidental de Picos de Europa, llegó a enseñar la geografía en un mapa hecho sobre el terreno en la majada de Vegabaño con sus ríos canalizados por tuberías y sus montañas y llanuras.
No sólo los materiales, sino que los métodos puestos en práctica por el maestro babiano Leonardo Barriada eran avanzados y novedosos. Ahora el espíritu de Félix de Martino se conserva en el museo escuela en que se ha transformado el edificio que estuvo abandonado desde que la falta de alumnado cerró las aulas.
A principios del siglo XX, Soto de Sajambre llegó a contar con 282 habitantes. El abundante y bien conservado caserío, bastante acorde con las tipologías tradicionales, da cuenta de aquellos tiempos populosos. Ahora figuran en el padrón menos de 70 habitantes y en invierno son muchas las personas que se despiden del valle desde el mirador de Vista Alegre hasta la primavera. En 1985 se cerró la escuela. Oseja de Sajambre, cabecera del municipio, conserva las últimas aulas del valle, con once alumnas y alumnos, que forman parte del Colegio Rural Agrupado de Posada de Valdeón.
Corría el 21 del mes de agosto de 1907 cuando se inauguró la escuela que Félix de Martino mandó construir con sus pesos mexicanos. Una fecha singular para abrir una escuela. En pleno estío, época de mucho trabajo y pocos días después de la fiesta en el pueblo de Soto, cuya patrona es la virgen de las Nieves,
Ahora es un museo escuela, un proyecto acariciado desde hace años y que se encontró en el camino con no pocos obstáculos. «La escuela estaba abandonada y nos juntamos descendientes del pueblo para recuperar el legado de Félix de Martino», señala Esperanza Temprano, secretaria de la asociación. Su madre salió de Soto a Madrid con tan solo once años pero ha mantenido vivas las raíces y los hijos y nietos se consideran sajambriegos como ella.
Con una primera ayuda de Parques Nacionales la asociación realizó una obra de consolidación en el año 2000. A partir del 2007, el Ayuntamiento de Oseja de Sajambre toma cartas en el asunto tras aclarar la propiedad municipal del legado de Félix de Martino, al no contar el pueblo con junta vecinal.
En el 2013 se terminan las obras de restauración y musealización en las que se han invertido más de 400.000 euros, apunta el alcalde, Antonio Mendoza, aportados casi en su totalidad por Parques Nacionales.
El Ayuntamiento de Oseja de Sajambre tiene en proyecto sacar a concurso la explotación del museo escuela para que esté abierto de manera regular. De momento, lo enseñan algunos fines de semana personas voluntarias, sobre todo jóvenes, de la Asociación Cultural Félix de Martino.
Ha sido una restauración laboriosa, desde los zócalos hasta los techos y desde los pupitres al material didáctico que compone el magnífico laboratorio de Física. Pocas escuelas y, menos aún de principios del siglo XX, pueden presumir de contar con una tecnología tan avanzada para mostrar los últimos adelantos del progreso en aquellos tiempos. Telégrafo, máquina de vapor, colección de minerales, láminas de anatomía e incluso un cinematógrafo formaban parte de las herramientas del maestro para enseñar a los chicos y chicas de Soto de Sajambre.
Otra de las singularidades de la escuela, apunta Esperanza Temprano, es que acogía por igual a niños y a niñas. El edificio consta de dos plantas. En la primera estaban los alumnos y alumnas de menos edad. Un retrato de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, y a su lado una estampa de la Inmaculada, presiden el aula. La mesa del maestro, sobre una tarima, como mandaban los cánones de la época, y en un rincón la estufa. Los troncos de madera están dispuestos a sus pies como si se fuera a encender.
En la planta segunda se daba clase al alumnado de cursos más altos. Frente al aula está el gabinete de física y un despacho del maestro. Las escaleras se tuvieron que renovar por completo. La musealización se ha querido acercar al máximo a lo que fue la escuela, aunque muchos materiales están guardados en vitrinas para su preservación.
En las paredes de las aulas cuelgan los antiguos mapas de España y todos los continentes y láminas ilustrativas para educar en la salud. Se puede ver que los cuidados higiénicos para no contraer la tuberculosis o las nefastas consecuencias del alcoholismo formaban parte del programa de enseñanza.
Un jardín delantero y un patio trasero, actualmente semicubierto, flanquean la escuela que también contaba con un salón concejo para el pueblo. En el patio se habilitaron unos retretes, otra novedad para la época. La asistencia a clase y la higiene y el aseo de los chicos eran dos preocupaciones de Félix de Martino, según se desprende de la correspondencia que mantuvo con su administrador, Francisco Díaz Caneja.
Félix de Martino quería la mejor escuela y los últimos métodos de enseñanza. Prueba de ello es que gran parte de los materiales e incluso algunos pupitres llegaron de Francia, de Estados Unidos y de otros países.
Seis años después de su apertura ya se hablaba de esta «escuela modelo» en un texto escrito en francés por A. Pérez Pimentel para el instituto Jovellanos de Gijón. «Allí, un hombre progresista, don Félix de Martino, con verdadero amor a la patria, ha creado una escuela modelo donde se enseña a los niños sajambriegos todo lo que un niño debe saber para convertirse un día en un hombre útil a sí mismo y a la sociedad».
En las cartas que Félix de Martino envía, primero desde Puebla y, a partir de 1907, desde México D. F., a donde traslada su residencia, da instrucciones a Francisco Díaz Caneja, alcalde y su hombre de confianza en el pueblo, e incluso contesta a las quejas que le van llegando.
Esta colaboración vecinal formaba parte del acuerdo, pero el benefactor no quiere obligar a nadie: «Si alguno no quiere hacer el acarreo vale más que lo dejes en paz», como recoge Lorenzo Sevilla Gallego en el libro Cien años de una intención. Escuela de Soto de Sajambre.
El mecenas autorizó a su administrador a comprar «50, 60 u 80 cargas de trigo para que los repartas entre los más necesitados, pero el acarreo que lo hagan los del pueblo». Al final hubo que pagar a algunos que protestaron «ante la hambruna que amenazaba ese invierno», apunta Sevilla.
La madera de roble se trajo del lugar conocido como La Matoxa, donde los lugareños solían cogerla para hacer sus casas. A su tío Severo le encarga comprar «mapas, enseres, libros y demás aparatos para dotar a la escuela de todo lo necesario y que nada falte».
Se ocupó, asimismo, de que contrataran a un maestro con buena formación y encontraron al joven babiano Leonardo Barriada Álvarez, de 26 años y natural de La Majúa, licenciado en la escuela Normal de León y con experiencia en las escuelas de San Emiliano, Mirantes y Robledo de Caldas.
Sus métodos pedagógicos estaban inspirados en el padre Manjón y sus Escuelas del Ave María y era partidario de la enseñanza práctica y en la naturaleza. El coto escolar Martino-Noriega fue recuperado por la Asociación Félix de Martino con una ayuda de la Junta de 24.000 euros. Tuyas y castaños de indias conviven con especies arbóreas autóctonas. Allí se celebró la fiesta del árbol por primera vez en 1909.
Los letreros que se conservan evidencian el carácter confesional de la escuela, pero el maestro llego a enfrentarse con el canónigo de la catedral de Astorga, el sajambriego Moisés Díaz Caneja, porque éste le quería imponer más horas de religión. Félix de Martino quien resolvió la disputa con argumentos incontestables: «En ningún caso debe el profesor dedicar más tiempo que el preciso al estudio de la doctrina. Esta materia puede ampliarse por los padres y sacerdotes, pero en sus casas y no en la escuela en la que nadie puede entrar a enseñar nada que no sea el profesor de ella».
Las divisas llegan a España desde el país azteca al que había emigrado el sajambrino en 1887, a los 28 años de edad. Félix de Martino se embarcó en el puerto de Santander con su hermano Nemesio. En el bolsillo llevaba la recomendación de un paisano misionero que llevaba tiempo en México y en su trayectoria vital la experiencia que había adquirido, primero como listero en las minas de Busdongo, y luego como facultativo en las explotaciones de Ríotinto, donde trabajó y se formó.
En México trabajó primero para el próspero comerciante Santos Letona hasta que, de la mano de Leopoldo Gavito (quien llegó a ser alcalde de México D.F.), empieza a prestar servicios en una testamentaría de la que se convertirá en socio propietario en poco tiempo.
El círculo de relaciones del sajambriego se amplía poco a poco hasta emparentar con una adinerada y poderosa familia también indiana. Félix de Martino se casa con Guadalupe Noriega, hija de Iñigo Noriega Laso, de Colombres (Asturias), el 27 de mayo de 1899.
Se celebró una fastuosa boda a la que asiste incluso el presidente de la república, Porfirio Díaz a cuya sombra crecieron muchas fortunas. Como muestra, la épica empresa que realizó la familia Noriega desecando una laguna de 10.500 hectáreas en Chalco para ponerla en cultivo. Durante la revolución mexicana, el indiano lamentaba no poder enviar el dinero que deseaba para la escuela. A su muerte, en 1924, dejó una herencia de 200.000 pesetas en papeles del Estado para la escuela, pero nunca se supo de aquel dinero. Los herederos lo justificaron en el pago de impuestos. El maestro tuvo que irse en 1934 a Cangas de Onís para subsistir. La escuela revive ahora no sólo con la restauración, también con la recuperación de su memoria.