Dobra Ibai y Vega Morante, de 7 y 5 años, van al colegio en trineo desde el refugio de Vegabaño, en los Picos de Europa, y ejemplifican la dura existencia de los guardas de las cumbres
Julián Morante, de pie en el trineo, junto a Dobra Ibai, de rojo,
y Vega, de verde, una mañana de camino al colegio en Oseja de Sajambre.
El trineo va tirado por su perro, "Calcetines". Foto: LNE.
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Dobra Ibai Morante tiene 7 años, una mirada pícara y se llama así porque Dobra es el río más cercano a su casa e Ibai significa río en euskera. Su hermana Vega tiene 5 años, un hermoso pelo rubio y una encantadora timidez, como si la presencia en la ciudad la agobiara, como si le diera vergüenza coger el canapé de queso azul que pasa el camarero de semblante serio y ropa negra, todo demasiado formal, demasiado fino. Eso en la montaña no pasa.
Dobra Ibai y Vega viven en el refugio de Vegabaño, que regentan desde hace 27 años sus padres, Julián Morante y Nuria Ibáñez, un coqueto lugar con las paredes de piedra a 1.368 metros de altitud en la vertiente leonesa de los Picos de Europa. Allí crecen estupendamente estos dos niños, sin televisión, sin videojuegos, sin apenas cobertura para teléfonos móviles, sin una tienda de chucherías ni un tobogán. Su felicidad es mucho más sencilla: es salir y sentir la libertad, corretear sin miedo a coches y semáforos, oler la naturaleza más colosal. Y lo divertido que es confundir un ciervo con un corzo, y lo divertido que es rebozarse por la nieve, y lo divertido que es tener una pradera inacabable para jugar. Dobra Ibai y Vega son hijos de la montaña, porque para ellos la mitad de la nada es la mitad del todo. Si no vivieran allí, por ejemplo, no podrían bajar muchos días a clase en trineo, remolcados por su perro "Calcetines". Con lo que eso "mola".
Publicado en: La Nueva España, 9-11-2014.