Santiago Trancón es el último de los muchos autores que ven reflejada en el Quijote la cultura del Viejo Reino. El Quijote está impregnado de vivencias leonesas. Sólo alguien criado aquí puede verter tal cantidad de signos y símbolos en un libro. «y no hablamos sólo de un cambio de lugar...», advierte el autor.
Emilio Gancedo 20/10/2013
Además de profesor y escritor, Trancón fue director General de Promoción Cultural de Castilla y León. Foto: Diario de León. |
Además de profesor y escritor, Trancón fue director General de Promoción Cultural de Castilla y León. Además de profesor y escritor, Trancón fue director General de Promoción Cultural de Castilla y León
En un lugar de las montañas de León tuvo principio mi linaje, con quien fue más agradecida y liberal la naturaleza que la fortuna, aunque en la estrecheza de aquellos pueblos todavía alcanzaba mi padre fama de rico...». Es en el comienzo del capítulo 39 del Ingenioso hidalgo, referido al ‘capitán cautivo’ —álter ego de Cervantes— cuando el elemento leonés salta a la vista de forma clara y directa en la que es la más señera y simbólica obra de la literatura hispánica. Pero hay más, muchas más referencias a nuestro ámbito histórico y cultural, unas meridianas, otras agazapadas. ¿Son demasiadas? ¿Se trata de indicaciones, de pistas sobre el verdadero origen de Miguel de Cervantes y, por añadidura, del auténtico paisaje en el que ambienta las aventuras de su Quijote?
El escritor, dramaturgo y gestor cultural Santiago Trancón (Valderas, 1957), está convencido de que es así, y por eso ha escrito un voluminoso libro (Huellas judías y leonesas en el Quijote), fruto de un exhaustivo rastreo, palabra por palabra, del gran libro cervantino, tras el cual ha amasado un enorme material que da cuerpo a su tesis: la de que Cervantes era un judío converso procedente del Reino de León. Colocado el punto final, Trancón ha decidido confiar la edición de su libro al método del crowdfunding o micromecenazgo por Internet (en la web www.lanzanos.com), donde ha conseguido ya la mitad del dinero necesario para la publicación. Habla su autor: «Mi tesis parte de una doble afirmación: Cervantes era de origen judío y su familia procedía de las montañas y la meseta de León. Y ese hecho, esa influencia del habla leonesa, esa experiencia del entorno y del paisaje, las costumbres, los modos de trabajo y vida, los recuerdos y las vivencias de infancia y juventud se dejan ver y entrever en el Quijote de manera clara y difícilmente rebatible. Hablo de la montaña y la tierra llana leonesa, una zona amplia que va desde los Ancares a Campos pasando por comarcas como la Cabrera, Maragatería y Sanabria».
El acopio de datos es tan exhaustivo que asombra. Pero entonces, ¿cómo es que no se habla más de este asunto? ¿Falta, quizá, algo tan contundente como una partida de nacimiento? «Yo creo que nunca aparecerá ningún documento que pruebe el lugar de nacimiento de Cervantes, y por varias razones: no existían entonces actas y libros de bautismo, son posteriores; Cervantes quiso ocultarlo intencionadamente y no dejó pista fiable alguna; hay mucha confusión entre homónimos (existen seis Rodrigos de Cervantes, por ejemplo); los documentos existentes no son muy de fiar: se falsificaban con facilidad, se cambiaban los apellidos sin ningún problema, se compraban testimonios, hidalguías y limpiezas de sangre... Para colmo, a partir de mediados del siglo XVIII aparecieron falsificadores ‘profesionales’, que manipularon documentos como la supuesta acta de bautismo de Alcalá».
Al tiempo, Santiago Trancón concede que la afirmación de que Cervantes nació en el pueblo sanabrés de su mismo nombre «no se puede probar; lo que sí podemos conjeturar como verosímil es que su familia procedía de esa zona. Ir más allá ni es necesario ni riguroso. A mí me basta con mostrar que Cervantes era de origen leonés, el primer gran escritor leonés verdaderamente universal».
¿Cervantes, Sajambriego?
Los partidarios del origen leonés de Cervantes han sido varios. Aunque la mayoría, como Leandro Rodríguez o César Brandáriz, han situado el origen del más alto autor español en Sanabria —comarca histórica, lingüística y culturalmente leonesa—, el padre Eutimio Martino lo coloca en su valle natal de Sajambre. Y es que, además de diversos topónimos y términos dialectales montañeses detectados por el jesuita en el Quijote, existió en Oseja la llamada Casa del Conde que, en base a la documentación manejada por el estudioso, identifica Martino con la del padre del citado ‘cautivo’. Y en esa casa vivía precisamente Diego Díez, escribano y padre del célebre Arcediano de Villaviciosa, que aparece caracterizado en el Quijote como Diego de la Llana. Curiosamente, La Llana es el nombre del paraje en el que se ubicaba esa casa… De «estímulo fundamental» califica Santiago Trancón la lectura de los libros de Martino (Si yo tuviera pluma), Rodríguez (edición crítica del Quijote) y Brandáriz (Cervantes decodificado), así como el también importante rastreo del poeta José Antonio Llamas (Las montañas de León en el Quijote de Cervantes), pero no olvida citar a Américo Castro, que fue «pionero» ya que se atrevió a decir «lo que nadie se atrevía sobre el origen converso de Cervantes».
Un judío converso en la época de la limpieza de sangre, y además leonés —de una región antaño periférica y hoy borrada incluso del mapa administrativo español— no parece adecuarse al símbolo castellano, español y centrípeto por excelencia, ese trinomio Cervantes-Quijote-La Mancha. Por eso, ¿qué implicaría reconocer la nacencia leonesa del ‘manco de Lepanto’? «Cambiaría sobre todo la iconografía, la lectura, la interpretación y la valoración global del Quijote. No estamos hablando de un simple cambio de nombres o lugares. El paisaje y el entorno físico y cultural que describe el libro tienen un valor simbólico fundamental. La utopía individual y social que encarna don Quijote se corresponde con el entorno pastoril, campesino y bucólico en el que se mueven todos los personajes, al que Cervantes añade los datos crudos de la realidad como contraste irónico y crítico. Esto no podría haberlo imaginado, construido ni transmitido si hubiera situado los hechos y aventuras en un paisaje manchego que, reconocido por autores como Francisco Rico o Nabokov, nunca aparece descrito en el Quijote, sino otro muy distinto».
En cuanto a los efectos ‘institucionales’ de su libro, es algo no le preocupa. «No busco pelear con nadie. La verdad se abrirá paso aunque tarde cien años. No hay que forzar el texto para verlo. Muchas cosas saltan a la vista. Pero la Iglesia Cervantina está muy bien organizada, no se va a venir abajo por este acto quijotesco mío. No me asustan las críticas, sólo quiero que el Quijote deje de ser un texto reverencial que nadie lee. Recuperar su vitalidad, redescubrir su actualidad».
leonés... y judío
«León es un caso único en la historia de los judíos de España —reflexiona Trancón al hilo del Cervantes leonés y converso—, porque aquí hubo, no ya una judería o aljama, sino anteriormente una ciudad entera judía, con sus mil habitantes, sus murallas, sus leyes y su autonomía, y que se encargaba nada menos que de la defensa de la ciudad. Esto es sorprendente, y por eso adelanto aquí un proyecto para el que he empezado a recabar colaboración: la organización de un congreso internacional que quisiera titular Presencia e influencia judía en León: historia y literatura. Hay mucho que contar e investigar, y los leoneses tienen derecho a conocer este pasado excepcional».
Publicado en: Diario de León, 20-10-2013