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miércoles, 27 de noviembre de 2013

Trescientos entre un millón

Traducción libre del artículo escrito en bable de DAVID M. RIVAS, titulado “Trescientos ente un miyón” cuyo texto original se puede enlazar más abajo:

¿Superpoblación? No hagan el ridículo, señorías de la Junta General, peronistas sindicales y pseudoganaderos, y no nos tomen por bobos a los que se pueden engañar con falsos sentimentalismos y más falsas políticas de defensa de la ganadería. Un millón de asturianos y trescientos Lobos.

Lobo en la Montaña de Riaño.
Foto: Andoni Canela
David M. Rivas | 24-11-2013.

El estudio previo a la ampliación del Parque de la Montaña de Covadonga a Parque de los Picos de Europa lo hice yo con otros compañeros de varias universidades. La coordinación fue cosa de mi gran amigo Pepe Alba. Un día de invierno, nevaba pero bien, tuvimos un concejo abierto en Peñamellera Alta, en Alles. Los problemas eran los típicos: la basura de un sitio, la calefacción de una escuela, los baches de una carretera, los puntos de luz de una calle... En tres horas nadie preguntó por el asunto del parque. Al final alguien lo dijo: un vecino de Cabrales que era directivo de la asociación de cazadores. Al día siguiente la prensa de Oviedo titulaba: “discusión sobre la ampliación del parque en Peñamellera Alta”. Normal. ¿A quién le interesa en Oviedo o en Avilés que haya baches en un pueblín de Peñamellera Alta? El parque sí que es noticia, una verdadera caja de resonancia en la opinión pública y susceptible de críticas apasionadas. 

Y ahora es el asunto de los lobos, un asunto que ya les vale. La tesis doctoral de Alberto Fernández Gil, biólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, sobre los lobos en Asturias, viene a afirmar con metodología apropiada lo que todo el mundo sabe y sabía y que algunos callaban culposamente. Fernández Gil no es un “pelamangos” ni un loco ecologista urbanita. Fernández Gil es un científico, el primer científico que trata sobre cuál es la situación del lobo en Asturias. De hecho, lleva años haciéndolo. Y dice, entre otras cosas, algo que la administración nunca nos quiso decir: cuántos lobos hay en Asturias. Fernández Gil explica que unos trescientos. La cifra no puede ser más exacta porque estamos frente a una especie que se mueve mucho y pasa la cordillera con frecuencia. Y también afirma el biólogo que los lobos no son el problema de nuestra ganadería pero sí que son una bonita cortina de humo para no ver los problemas reales.

María Jesús Álvarez y Fina Álvarez, consejera y directora general respectivamente, están tocando con los dedos el cielo de la mayor incompetencia, cosa complicada porque difícil se lo puso Albano Longo, otro inútil al frente de la gestión de la naturaleza. Entre los tres pusieron al lobo en el centro de la diana, en vez de preocuparse por cuidar un sector ganadero extensivo que languidece por otros problemas. Así fue que en el último año mataron, como poco, treinta lobos, el diez por ciento de la población total y el doble de lo que se mataba en años pasados. ¡Un diez por ciento! Esa es una cifra que da grima.

Fernández Gil demuestra que en los últimos diez años la población de lobos no ha crecido. Y, como miembro del Comité Consultivo del Plan de Gestión del Lobo en Asturias, lleva pidiendo durante esos diez años que la administración asturiana ponga encima de la mesa algún dato sobre los impactos de los lobos en la economía rural. Nunca tuvo respuesta, una respuesta a que está obligada a dar la administración, no solo a este investigador, sino a cualquier ciudadano que lo solicite.

Tampoco existen datos sobre quiénes son los propietarios del ganado y cuál es su verdadera dedicación. Una gran parte de los propietarios del ganado de altura no son ganaderos. Tienen como actividad principal en otros sectores o son jubilados o prejubilados. Pero todos ellos cobran de la Unión Europea y cobran más si están en espacios protegidos. Sería bueno investigar cómo gestionan los rebaños y, de conformidad con la norma, quitar las subvenciones a los que no cumplen con lo estipulado. Los ganaderos, los que son ganaderos de verdad, comienzan a estar hartos de los holgazanes de ciudad que tienen unos cuantos animales en las majadas y brañas que heredaron y que están cobrando unas subvenciones y unas indemnizaciones que a ellos les valdría de mucho.

Es llamativo que Asturias, con el 13 por ciento de la población de lobos de toda España alcance un 48 por ciento de las indemnizaciones por ataques al ganado. Es más, los estudios realizados, ya desde los clásicos de Grande del Brío, demuestran, una tras otro, que el lobo cantábrico es de todos los lobos de la península ibérica el que tiene un mayor porcentaje de dieta procedente de animales salvajes y menos de domésticos. Aquí algo no cuadra. Y también es llamativo que los partidos políticos, sin excepción, abrazan con alegría la idea de que los cazadores disparen sobre los lobos donde haya “superpoblación”. Primero, no existe “superpoblación”. Segundo, es una práctica ilegal. Pero ninguna de las dos cosas importa a los mangantes que gobiernan Asturias. Hasta los sindicatos, de las cuencas claro, tienen programas sobre los lobos.

El problema de nuestra ganadería no está en los lobos sino en una reforma de la PAC arbitraria, en un sistema de subvenciones que potencia las corruptelas, en una norma agroambiental que no tiene ni pies ni cabeza, en una nula profesionalización de los ganaderos y en una incompetencia soberana de los administradores de la cosa pública. Si mañana desaparecieran los lobos, cosa que quieren algunos ignorantes e irresponsables, las cosas no iban a ser mejores. Es necesario leer más y, a falta de libros, conocer lo que conocían nuestros abuelos, los que sí convivieron con muchos más lobos y osos, y con saber, con maestría y con mastines, perdían menos cabezas que las que pierden sus incompetentes nietos. Es más, si en mi valle hubiera algún lobo, no docenas, claro, pero un par de ellos, igual mataban alguna oveja pero regularían los corzos y jabalíes que, esos sí, están quebrando la economía familiar de más de uno y de dos. (...)

Porque la tesis de Fernández Gil corrobora lo que cualquier conocedor superficial como yo de la etología (del Lobo) sabe: que al matar a los ejemplares que dirigen el grupo hace que los demás, sin guía, tengan que cazar especies menos adaptadas al monte. De esta manera, dejan de cazar corzos, rayones o venados para especializarse en terneros, ovejas y potros. Por eso, concluye el investigador, a más batidas corresponde un mayor número de ataques en una espiral infernal. Y, cuando desaparezcan los lobos, entonces iremos a pedir que eliminen jabalíes, corzos, zorros o rebecos, porque van a ser muchos y su “superpoblación” va a ser problema. Y cuando no haya zorros pediremos veneno para acabar con topos y ratas. Y, ¿qué pasará cuando tampoco haya rebecos o corzos? ¿Con qué especie la tomamos?.

Hace unos años el gobierno de Álvarez Areces ofertó ayudas para poner sistemas de defensa del lobo. Nada más que unos pocos ganaderos, profesionales, estos sí, se presentaron a la convocatoria. Y la inversión tuvo efecto. Llevan trece años sin ataques del lobo, pese a que alguno de ellos está en uno de los concejos con más presencia de la especie como es el de Allande. En otros sitios, y muy particularmente en el “paraíso natural” de los Picos de Europa, nadie vigila el ganado y no se ve un mastín por ningún pueblo. ¿Y qué decir de las sierras del centro, donde los prejubilados de la minería dejan a su suerte ovejas y caballos? El gobierno del protectorado trata igual a todos los que tienen animales, sean profesionales o no. Yo, que soy profesor de universidad, aprovechando que mi mujer tiene tierras en Amieva, voy a poner ovejas y quieran los dioses que las mate el lobo, que valen más por indemnización que por precio de marcado. Y si me matan un potro, negocio redondo.

¿Superpoblación? No hagan el ridículo, señorías de la Junta General, peronistas sindicales y pseudoganaderos, y no nos tomen por bobos a los que se pueden engañar con falsos sentimentalismos y más falsas políticas de defensa de la ganadería. Un millón de asturianos y trescientos Lobos.

Texto original en Bable: Infoasturies, 24-11-2013.


David M. Rivas es Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense y doctor en Economía por la Universidad Autónoma de Madrid. Estudió también en los Estados Unidos e Inglaterra, realizando estudios de posgrado en antropología y sociología. Es profesor titular de Estructura Económica en la Universidad Autónoma de Madrid, donde imparte las materias de estructura económica mundial y desarrollo sostenible.


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