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lunes, 3 de noviembre de 2014

Cuatro siglos de lucha por la supremacía

El Chorco de los Lobos de Valdeón es todo un símbolo del histórico conflicto entre el hombre y esta emblemática especie.

En el valle de Corona, en pleno corazón del Parque Nacional
de Picos de Europa, se encuentra el chorco de los lobos,
un lugar de culto que representa la conflictividad  entre
el hombre y el lobo. Foto: Ramiro.
María Carnero | León 27/10/2014

El Chorco de los Lobos, ubicado en el corazón del monte de Corona de Valdeón, se ha convertido en uno de los recursos turísticos más visitados de Picos de Europa, entre otras cosas por el encanto que entraña adentrarse en este enclave en pleno parque nacional, rodeado de naturaleza y misterio, y por la trascendencia que representa para entender la histórica lucha por la supervivencia librada a lo largo de los siglos entre el hombre y el lobo.

Pocos saben que este lugar atesora más de cuatrocientos años de historia que han sido recogidos por El Chorco de los Lobos y las Ordenanzas de la Montería de Valdeón, una exquisita publicación editada por el Parque Nacional de Picos de Europa y por la Junta Vecinal del Real Concejo de Valdeón, con la que se pretende rendir homenaje a este lugar que ha sido testigo directo de la lucha librada cuerpo a cuerpo entre los hombres y mujeres del valle y el cánido silvestre desde hace siglos.

La antigua ordenanza hecha el año 1610 fue encontrada en el año 1862 en los papeles del archivo de la Junta Vecinal del Real Concejo del Valle de Valdeón, y se rehizo en julio de 1912 por la poca claridad con la que estaba escrita.

Sin más ley que la que ellos mismos establecieron para enfrentarse a los lobos, que con las primeras nieves se acercaban a los pueblos cegados por el hambre, las ordenanzas de montería unían a todo un pueblo para defender sus intereses con una estrategia perfectamente diseñada y organizada, y con el chorco como escenario principal.

En ningún otro punto de la geografía española la prevención y control vecinal de los daños del lobo alcanzó tal grado de organización y nivel normativo como el establecido en el valle de Valdeón, donde sus gentes, caracterizados por su carácter luchador en la defensa de sus intereses, decidió plantarle cara al depredador.

Con diferentes nombres, pero con el mismo fin, se encuentran otros tipos de trampas loberas en el Noroeste peninsular que suponen un testimonio material del empeño de los pueblos por proteger sus ganados del diezmo al que les sometían los lobos. Algunas de estas trampas se conservan en la montaña de Riaño, como es el Corral de los Lobos en Prioro o la trampa lobal de Amieva, en Asturias. Otros muchos desaparecieron, y tan solo se mantienen sus indicios, como es el caso del Pozo de los Lobos, entre Boca de Huérgano y Pedrosa del Rey, que fue anegado por el embalse de Riaño.

El Chorco de los Lobos es una estructura circular hecha de piedra, que consiste en un cerramiento en forma de embudo, diseñado para que el lobo, acosado por los componentes del ojeo, dirija sus pasos de huida hacia el espacio entre las dos cerraduras, disminuyendo sus opciones de escapar a medida que avanza hacia la trampa. Para llevar a cabo esta tarea era necesaria la participación de un elevado número de vecinos cuya función y coordinación esta detallada al dedillo en las ordenanzas de montería que garantizaban el éxito de la cacería.

Todos los varones del pueblo de entre 16 y 65 años, salvo que estuvieran exentos por enfermedad o alguna otra causa mayor, eran llamados a participar en la caza del lobo. Cada uno tenía una función determinada en las ordenanzas, en función de sus capacidades físicas.

Pese a que solo eran llamados los hombres a participar en las cacerías, las mujeres desempeñaron un papel esencial en muchas de ellas, aunque tanto en estos casos como por desgracia en otros muchos del mundo rural su trabajo nunca fue reconocido. A ellas se les encargaba la labor del comienzo del ojeo, y otras muchas se hacían cargo de las labores domésticas y ganaderas mientras sus maridos participaban más activamente en las monerías. Durante la Guerra Civil fueron muchas mujeres las que en ausencia de sus maridos protagonizaron cacerías del lobo con éxito.

Todo el pueblo, hasta el alcalde que ocupaba el puesto de montero mayor, participaba en la cacería que incluida los servicios de espías, que eran quienes se encargaba de que la ordenanza fuera acatada, acusando ante los monteros a aquellos que no cumplían con su labor, por lo que eran castigados con cuantiosas multas económicas y con el desprecio de sus vecinos por poner en riesgo la operación.

Lo que queda claro es que el Chorco de los Lobos y la ordenanza lejos de representar animadversión alguna hacia la especie viene a significar el respecto y la admiración hacia este predador con el que los valdeoneses han compartido su existencia a lo largo de los siglos y con el que han medido sus fuerzas.

«Hoy, en el siglo XXI, sigue habiendo lobos en Valdeón, pero estamos ante otra realidad, se ha impuesto el individualismo y ha desaparecido aquella unión de antaño», afirma Félix Rojo, presidente del Real Concejo de Valdeón, que reivindica que «el concejo no puede permanecer ajeno a la administración de nuestra herencia, por lo que debería participar en las decisiones que afectan a sus intereses, como es el caso del lobo. Nos avalan muchos siglos de buena gestión», sentencia.








































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